El teatro en su espuma, furor y humor, función y representación;
el mercado, pura exposición falaz que invita al estupor de la medusa
mientras la vida se consume como el ascua de una colilla
sobre la tumba de la inspiración entre morfinas y toboganes.
No hay más. Clave de Farsa. Perdiose el éter del alquimista,
la devoción por el plenilunio, Mercurio en la franca vendimia,
Tucídides, fuera uno o vario, pelón o poseso, ahora centrocampista.
Crasos y tontivanos bufones de diagnóstico clamoroso,
recién descapirotados predican y pregonan bufanda en verano,
confundir al chucho con Incitatus, y recoger conchas al menesteroso.
Son los vates de la glotis, el muslo y el bulo,
apóstoles ojerosos del número grueso y la vana feria, el gran gusano,
tan fatuo su lombriceo que Cronos les desentrañará el ónfalo por el culo.
El chancro inerte, volveremos a cocinar el tiempo, como cuando entonces,
sin logotipos adheridos al pecho, con un vaso de limón fresco en una mano;
en la otra, un tablero; hacia el patio, fuera del agujero,
donde aguarda ya la mesa, y un saxofón ardiente me estremezca los gonces.
Frente al abuelo, desterrado el azar, en un atardecer de seda,
de escarceos, escaramuzas, estocadas, coronaciones y miradas rectas.