Anhelé el pasmo de la fidelidad que bravía desafía la tentación
antes que la lealtad sombría, secuaz, del ilota encadenado.
Escogí a Elías, el indómito, y no al servil, Daniel,
y con él, a Jezabel deshilachada por los perros antes que al tirano caldeo.
Es alianza, hebra fecunda que no precisa de los firuletes
de la confianza cenagosa, de sospecha espiritada,
aferrada a la razón inquisidora ávida de corchetes.
No enlace forjado en arcilla sobre el que pende insinuante la cuchilla
que aherroja la mente, el albedrío atropella, el visaje nubla y
proscribe el disenso so pena de tajo a puer que fuere la rencilla.
Fiel fue Eliseo cuando aceptara sin protesta el manto,
no Faetón cuando a uña de caballo desbocado despeñara
su furgón aciago, que sembrando presunción cosechas desencanto.
Leal, el sátrapa, el fariseo piadoso, el que se atusa el bigote,
que se sabe artero y falaz, esclavo de barro, para el que toda alegría
es avaricia; por cada adulación, una dentellada del león
que aguarda en el foso, su momento de pavor y postrer estrambote.
Donde el leal delator mezquina en la memoria y el resentimiento,
el fiel es torrente de generosidad, virtud y entendimiento.